LA
INESTABILIDAD PSICOMOTRIZ
Dentro
de la inestabilidad psicomotriz del niño está el síndrome hipercinético, que
para establecer una etiología básica, se pronunció en sus conclusiones el grupo
internacional de Oxford en 1962. En él, se rechazó el concepto de “lesiones
cerebrales mínimas”, para establecer el de “disfunción cerebral mínima”.
En
estudios posteriores se establecieron unas pautas de comporta-miento que se caracterizan en el infante por:
- Trastornos
motores, hiperactividad, así como una alteración de la coordinación.
- Alteraciones de orden perceptivo y de la
atención. Y también en el control de los impulsos.
- Dificultades en el aprendizaje escolar y
relaciones interpersonales.
- Trastornos afectivos, disforia, labilidad y
agresividad.
En
este estadio hipercinético, se hacen dos distingos:
- La sintomatología de tipo neurológica ligera
o mínima, y la de tipo neurológica importante.
En
su trabajo sobre el tema, P. H. Wender, considera que los modelos descritos a
partir de test psicológicos no responden a unos patrones constantes de
disfunción en los test perceptuales y cognitivos.
Aquí,
el autor hace un distingo:
- Una
M. B. D. (disfunción cerebral mínima) de tipo reactivo, similar a la
hiperactividad orgánica, y también llamada neurótica, en los casos de ausencias
cerebrales. En este caso, el infante se enfrenta a su entorno y sus
conflictos neuróticos.
- Por otro lado unas M.B.D. sintomáticas que
van coaligadas a un retraso, un estado límite o a una esquizofrenia.
De
todo ello, en los estudiosos del tema, surgen dos posturas:
- Para unos, cabe limitar el diagnóstico de
hipercinesia en aquellos casos en que ésta es grave y está asociada a otros
elementos del síndrome, tales como, impulsividad, distracción, atención
escasa…
- Para otros, este síndrome está íntimamente
ligado a otros trastornos del aprendizaje, de los cuales podría deberse a una
dislexia u otro de alteraciones perceptivo-visuales, auditivos, así como, de
alteraciones de la coordinación ocular-motriz, en la discriminación
figura-fondo, en la estructuración espacial, etc.
No obstante, S. B. Capbell y cols. consideran que hablar de déficits cognitivos no es suficiente. Según éstos, los
resultados muestran que estos infantes se turban cuando se les pide que hagan
una selección entre varias alternativas.
Sus
respuestas son, sobre todo, impulsivas cuando se les pone delante de índices
alternativos y contradictorios.
De ahí deducen que los niños hiperactivos usan típicamente
unas estrategias y unas resoluciones de los problemas menos eficaces que los
demás niños no aquejados de este síndrome.
Para ciertos autores, la hiperactividad se atenúa entre los 11 y
los 13 años, desapareciendo en la adolescencia. Igualmente, se puede decir para
los trastornos psicológicos asociados que, o mejoran, o devienen en aspectos
distintos. No obstante, una hipercinesia grave, trastorna el general desarrollo
del individuo
Por
otra parte, como ha demostrado C. Lairy, es difícil valorar un encefalograma de
un niño, sin atenerse, también, a las perturbaciones tónico-motrices, psicomotrices o socio-afectivas involucradas en
la persona.
Como dicen B.C.L. Touwen y H.F.R. Prechtl, el sistema nervioso
debe ser como el aparato hecho para realizar una conducta compleja. Una
distinción estricta entre los fenómenos neurológicos, tal como se describen
ordinariamente y ciertos aspectos de la conducta, es de hecho puramente
artificial y fundamentada únicamente en la tradicional separación entre
neurología y psicología. Los estudios realizados
sobre la “disfunción cerebral mínima”, adolecen de serias
imperfecciones metodológicas. Así, cuando un
grupo de niños presenta, simultáneamente, signos neurológicos y
conductuales, una relación causal puede interferir entre signos de
disfunción nerviosa y conducta, pero en
general no puede aseverarse un nexo lógico.
Según
estos autores, una ligera disfunción nerviosa puede llegar a afectar a un niño
en su tarea escolar, lo cual conllevará repercusiones importantes.
No
obstante, pueden existir las mismas perturbaciones de la con-ducta sin signos
de disfunción de tipo nervioso. Debe quedar claro que en este caso, el
concluir que existe un síndrome de lesiones cerebrales mínimas es del todo
inadmisible.
Los
trastornos psicomotores en su conjunto, oscilan entre lo neuro-lógico y lo
psiquiátrico, entre lo vivido y lo vivenciado, entre la personalidad global más
o menos presente y la vida que se ha vivido.
J.
de Ajuriaguerra, hace hincapié en que la inestabilidad psicomotriz es la figura
psico-motriz sobre un fondo desorganizado. Es tan grave considerar la
inestabilidad psicomotriz, como un síndrome única-mente motor, como situarlo
dentro de un conjunto de conductas extremadamente diversas, sin tener en cuenta
el desarrollo efectivo del niño y sus relaciones con el entorno.
F.
Xavier Serracant
Revista Trazos 40
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