sábado, 25 de noviembre de 2017

Espacio Infantil


LA INESTABILIDAD PSICOMOTRIZ

Dentro de la inestabilidad psicomotriz del niño está el síndrome hipercinético, que para establecer una etiología básica, se pronunció en sus conclusiones el grupo internacional de Oxford en 1962. En él, se rechazó el concepto de “lesiones cerebrales mínimas”, para establecer el de “disfunción cerebral mínima”.

En estudios posteriores se establecieron unas pautas de comporta-miento que se caracterizan en el infante por:

- Trastornos motores, hiperactividad, así como una alteración de la coordinación.

- Alteraciones de orden perceptivo y de la atención. Y también en el control de los impulsos.

- Dificultades en el aprendizaje escolar y relaciones interpersonales.

- Trastornos afectivos, disforia, labilidad y agresividad.

En este estadio hipercinético, se hacen dos distingos:

- La sintomatología de tipo neurológica ligera o mínima, y la de tipo neurológica importante.

En su trabajo sobre el tema, P. H. Wender, considera que los modelos descritos a partir de test psicológicos no responden a unos patrones constantes de disfunción en los test perceptuales y cognitivos.

Aquí, el autor hace un distingo:

- Una  M. B. D. (disfunción cerebral mínima) de tipo reactivo, similar a la hiperactividad orgánica, y también llamada neurótica, en los casos de ausencias cerebrales. En este caso, el infante se enfrenta a su entorno y sus conflictos  neuróticos.

- Por otro lado unas M.B.D. sintomáticas que van coaligadas a un retraso, un estado límite o a una esquizofrenia.

De todo ello, en los estudiosos del tema, surgen dos posturas:

- Para unos, cabe limitar el diagnóstico de hipercinesia en aquellos casos en que ésta es grave y está asociada a otros elementos del síndrome, tales como, impulsividad, distracción, atención escasa…

- Para otros, este síndrome está íntimamente ligado a otros trastornos del aprendizaje, de los cuales podría deberse a una dislexia u otro de alteraciones perceptivo-visuales, auditivos, así como, de alteraciones de la coordinación ocular-motriz, en la discriminación figura-fondo, en la estructuración espacial, etc.

No obstante, S. B. Capbell y cols. consideran que hablar de déficits cognitivos no es suficiente. Según éstos, los resultados muestran que estos infantes se turban cuando se les pide que hagan una selección entre varias alternativas.

Sus respuestas son, sobre todo, impulsivas cuando se les pone delante de índices alternativos y contradictorios.

De ahí deducen que los niños hiperactivos usan típicamente unas estrategias y unas resoluciones de los problemas menos eficaces que los demás niños no aquejados de este síndrome.

Para ciertos autores, la hiperactividad se atenúa entre los 11 y los 13 años, desapareciendo en la adolescencia. Igualmente, se puede decir para los trastornos psicológicos asociados que, o mejoran, o devienen en aspectos distintos. No obstante, una hipercinesia grave, trastorna el general desarrollo del individuo

Por otra parte, como ha demostrado C. Lairy, es difícil valorar un encefalograma de un niño, sin atenerse, también, a las perturbaciones tónico-motrices, psicomotrices o socio-afectivas involucradas en la persona.

Como dicen B.C.L. Touwen y H.F.R. Prechtl, el sistema nervioso debe ser como el aparato hecho para realizar una conducta compleja. Una distinción estricta entre los fenómenos neurológicos, tal como se describen ordinariamente y ciertos aspectos de la conducta, es de hecho puramente artificial y fundamentada únicamente en la tradicional separación entre neurología y psicología. Los estudios realizados sobre la “disfunción cerebral mínima”, adolecen de serias imperfecciones metodológicas. Así, cuando un grupo de niños presenta, simultáneamente, signos neurológicos y conductuales, una relación causal puede interferir entre signos de disfunción nerviosa y conducta, pero en general no puede aseverarse un nexo lógico.

Según estos autores, una ligera disfunción nerviosa puede llegar a afectar a un niño en su tarea escolar, lo cual conllevará repercusiones importantes.

No obstante, pueden existir las mismas perturbaciones de la con-ducta sin signos de disfunción de tipo nervioso. Debe quedar claro que en este caso, el concluir que existe un síndrome de lesiones cerebrales mínimas es del todo inadmisible.

Los trastornos psicomotores en su conjunto, oscilan entre lo neuro-lógico y lo psiquiátrico, entre lo vivido y lo vivenciado, entre la personalidad global más o menos presente y la vida que se ha vivido.

J. de Ajuriaguerra, hace hincapié en que la inestabilidad psicomotriz es la figura psico-motriz sobre un fondo desorganizado. Es tan grave considerar la inestabilidad psicomotriz, como un síndrome única-mente motor, como situarlo dentro de un conjunto de conductas extremadamente diversas, sin tener en cuenta el desarrollo efectivo del niño y sus relaciones con el entorno.

                                    F. Xavier Serracant
Revista Trazos 40


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